CAPITULO DIEZ
Después de semanas de ignorar sus
propias necesidades físicas, Callie Torres se paró debajo de la ducha caliente con un enfoque unilateral de lo que esta
mañana era, una verdad incómoda. Ella estaba caliente como el infierno.
No es de extrañar, Callie siempre
había sido la orgullosa propietaria de un voraz apetito sexual, y ya había pasado
alrededor de un mes desde que ella y Arizona habían hecho el amor. Y después de
eso, nada de nada. De alguna manera no le había parecido apropiado hacerlo,
debido a la violación de Arizona, aunque las oportunidades tampoco le habían
sobrado. Cuando no estaba con Arizona, estaba agotada o deprimida ó tratando de
distraerse hablando con sus amigos. Y cuando estaban juntas, bueno, lo último
que Callie quería hacer era que Arizona supiera lo mucho que anhelaba la
liberación física. Eso caía en la categoría de “presionar”, por lo que a Callie
respecta, lo cual significaba que no era una opción.
Pero sola en la ducha una hora antes
de que ella tuviera que estar en el trabajo, Callie finalmente tuvo la
oportunidad de asistir a su libido furioso. Por primera vez desde el ataque,
fue capaz de entretenerse con la idea del auto-placer sin experimentar la tristeza
o la culpa, y ella sabía que tenía que aprovechar esta oportunidad. ¿Quién
sabía cuando vendría de nuevo?
Callie puso sus pies a distancia,
recostándose contra la pared de la ducha mientras ella deslizó su mano entre
sus piernas. Ella ya estaba mojada y resbalosa y caliente contra sus dedos. Se
mordió el labio, ella ahogó un gemido por lo jodidamente increíble que se sentía
al tocarse. Se podía decir que no se necesitaba mucho para mandarla por encima
del borde.
Ella empezó a frotar con un ritmo
lento y circular sobre su clítoris, luego sumergió los dedos inferiores y jugó
suavemente con sus labios. Cerró los ojos e imaginó que era la mano de Arizona
que la acariciaba, sintiendo como su ardor aumentaba de forma exponencial con
el pensamiento.
“No, esto no se va a tomar mucho
tiempo en absoluto”. Pensó
Un suave golpe en la puerta hizo que
Callie quedara boquiabierta por la sorpresa. Ella apartó la mano de su vagina y
se enderezó, mirando nerviosamente por encima del hombro. Desde que era una
adolescente no se había sentido tan nerviosa ante la posibilidad de ser
atrapada. -¿Sí?
-¿Puedo entrar?
Callie ahogó un gemido decepcionada.
Por supuesto que Arizona no podía esperar para ir al baño en la mañana, justo
cuando Callie por fin iba a encontrar alivio. Sin saber cómo negarse, Callie
gritó: -Por supuesto
La puerta se abrió y Arizona entró.
Aún vestida con la camiseta y las bragas con que había dormido, su visión le
quitó el aliento a Callie. Todavía con el cabello despeinado y los ojos
hinchados por el sueño, Arizona era la mujer más sexy que Callie jamás había
visto. El latido insistente entre sus piernas se intensificó, obligándola a
mirar hacia otro lado en un intento desesperado por no perder el control en ese
mismo momento.
-Buenos días, murmuró Arizona.
-Buenos días. Callie roció un poco
de champú en la palma y rápidamente comenzó a enjabonarse el cabello,
escuchando como Arizona se movía alrededor del cuarto de baño detrás de ella. -¿Cómo
has dormido?
-Como una roca. Sin sueños.
-Bien. Callie enjuagó el jabón de su
cabello, dando la vuelta justo a tiempo para ver a Arizona frente a la puerta
de la ducha. Sintiéndose extrañamente consciente de su desnudez, Callie le dio
una sonrisa avergonzada, -Voy a estar lista en un minuto.
Arizona, negó con la cabeza. -No, yo...
Ella miró a los ojos de Callie a través del cristal. -¿Te importa si me uno a
ti?
Conmocionada, al principio todo lo
que Callie podía hacer era mirar a la cara de Arizona sin decir nada, mientras
trataba de decidir la motivación detrás de la solicitud. La ducha juntas en el
pasado, las había llevado a menudo al sexo. Aun cuando no fuera así, significaba
estar en estrecha proximidad con Arizona en su lado ahora más vulnerable. Por
la forma en que Callie se sentía en ese momento, no tenía idea de cómo iba a
ocultar su excitación ante una húmeda y jabonosa Arizona frente a ella.
-¿Por favor?, Arizona dijo en voz
baja.
Como no quería que se sintiera incómoda
con lo que obviamente era un gran momento, Callie asintió y se alejó de la
puerta. -Sí. Lo siento. Por supuesto.
Arizona, sonrió y abrió la puerta de
la ducha. Con el corazón palpitante, Callie desvió la mirada rápidamente. Desde
la violación, no había visto desnuda a Arizona más allá de una visión fugaz de
su cuerpo maltrecho aquella noche, cuando ella había sorprendido a Arizona en
la bañera. Después de haber visto lo asustada que estaba, Callie no sabía cómo
reaccionar ahora que estaba mostrando tanta piel de nuevo. Incluso un vistazo
rápido a los pezones rosados de sus pechos la dejó tan emocionada que le dolía.
Luego de cerrar la puerta de la
ducha tras de sí, Arizona colocó su mano sobre el hombro de Callie, un toque
tentativo y Callie se sobresaltó ante la oleada de deseo que la atravesó con el
contacto. Apretando con cuidado, Arizona se rió en voz baja.
-Y yo que pensaba que iba a ser la
nerviosa. El tono de Arizona fue ligero, pero Callie oyó un rastro de
incertidumbre en el. -Mírame, Calliope. Por favor. Está bien.
Callie se volvió, fijando sus ojos
en la cara de Arizona. El agua golpeaba contra la cabeza de Callie y la
espalda, y ella luchaba por mantener su enfoque sobre el cuello de Arizona en
lugar de ver el rocío excesivo que se disparaba a su alrededor y se sumergía en
la piel desnuda de Arizona. Más que nada Callie quería dejar bajar su mirada y
disfrutar de la belleza de los senos de Arizona, el parche tentador de rizos
entre sus muslos, y apenas podía mantener el control.
-Mírame a mí, así sabré que todavía
me quieres, le susurró Arizona. El corazón de Callie se hundió en la tristeza
que se deslizó por el rostro de Arizona, en sustitución de la sonrisa valiente
que había estado allí sólo unos momentos antes. -Quiero que mires mi cuerpo.
Quiero que te sientas cómoda de nuevo.
Callie obligó a sus hombros a
relajarse. Luego reunió su sonrisa marca registrada, barriendo su mirada hacia
arriba y hacia abajo por las curvas hermosas de Arizona. Se dejó reaccionar
no-demasiado, pero esperaba que fuera lo suficiente para convencer a Arizona
que la falta de deseo no era el problema. Cuando se encontró con los ojos de
Arizona de nuevo, vio un alivio evidente.
-Ese fue un buen comienzo. Arizona
dio un paso adelante y Callie dio un paso atrás, permitiendo que Arizona colocara
su cabeza bajo la ducha y mojara su cabello. -Confío en ti, Calliope. Quiero este
nuevo acercamiento, pero yo no quiero hacerte sentir incómoda.
-Yo no quiero hacerte sentir
incómoda a ti tampoco, dijo Callie, mientras ofreció a Arizona la botella de
champú, …-Sabes que te quiero. Pero no quiero intentar nada hasta que estés
lista, hasta que estés bien.
-Lo sé. Yo no estoy tratando de
apresurar nada. Esta soy yo dando pasos de bebé. Estar desnuda juntas sin tener
relaciones sexuales es un pequeño paso, ¿Verdad?
Callie no sabía si sentirse más
aliviada o decepcionada por la confirmación de Arizona de que el sexo no estaba
sobre la mesa. Tan terrible como era la idea, estar de pie tan cerca de la
desnudez de Arizona no había hecho nada para disminuir su deseo, sin importar
el miedo de interactuar con ella de esa manera.
-¿Quieres que te lave el cabello?.
La propia Callie se sorprendió con la oferta, pero en el momento en que vio que
los ojos de Arizona se iluminaron, se alegró de haberlo hecho. -Ese es un
pequeño paso, ¿no?
-Sí, eso sería maravilloso.
Callie apretó un poquito de champú
sobre la palma y continuación, dejó la botella. Arizona se dio la vuelta, pero
Callie la detuvo con una sacudida de la cabeza. -Me gustaría mirarte a los ojos
mientras lo hago.
Arizona le dio una sonrisa tan llena
de amor que le golpeó el intestino, de forma visceral y desgarradora. -Me
gustaría eso.
Callie se frotó las manos, luego
hundió sus dedos con delicadeza en la melena rubia de Arizona, y masajeó su
cuero cabelludo con las uñas romas. Arizona exhaló y colocó sus manos detrás
del cuello de Callie, dando un paso muy cerca de sus pechos apretados. El
contacto inocente envió un diluvio fresco de humedad entre las piernas de
Callie. Ella estaba dolorosamente consciente de lo hinchada que estaba su
vagina, por la astucia de sus labios y la cara interna del muslo, pero se
obligó a poner su atención lejos de su propio cuerpo y se centró en cambio en
la reacción de Arizona a su contacto.
Vio comodidad. Placer. La excitación
evidente.
Arizona bajo la mirada vigilante hacia
el centro dilatado de Callie, y ella cambió su peso, de manera sutil de modo
que sus cuerpos se rozaron de una manera que provocó que el corazón de Callie
latiera tan estruendosamente que ella sabía que Arizona lo había percibido en
su propio pecho. Dándole a Callie una sonrisa feliz, Arizona colocó su cabeza
hacia adelante, se metió bajo el agua y enjuagó su cabello, mientras que llevó sus
labios a escasos centímetros de distancia de los de Callie.
Incapaz de resistirse, Callie se
acercó lentamente, dando un montón de tiempo a Arizona para retirarse, pero
Arizona se limitó a cerrar la distancia entre ellas, presionando sus bocas en
un beso suave y húmedo. Callie dejó caer las manos de la cabeza de Arizona
hasta sus hombros, manteniendo la distancia, mientras las manos de Arizona
rozaron los lados de Callie, a continuación, agarró sus caderas con fuerza. Se
besaron por un largo tiempo, hasta que se separaron de mutuo acuerdo. Luego
apoyaron sus frentes en conjunto y jadearon muy cerca la una de la otra con la
boca abierta.
-Eso estuvo bien, dijo Arizona
después de unos momentos. -Muy, muy agradable.
-De acuerdo, murmuró Callie, cayendo
en el español inconscientemente. Ese beso había alejado el idioma Inglés fuera
de ella. -Muy bonito.
Arizona, gimió, un sonido sin
sentido que levantó la piel de gallina en todo el cuerpo de Callie. -Si no
quieres que las cosas se pongan muy calientes, muy rápidamente, te sugiero que
dejes el español. Ahora.
Callie se retiró riendo. Ella
necesitaba el espacio, porque Arizona tenía un punto. Sería muy fácil
precipitarse en algo para lo cual no tenían tiempo para hacerlo bien. Por otro
lado, Callie creía que ninguna de las dos estaba lista para el siguiente paso,
incluso si no tuvieran que estar en el trabajo pronto. -Lo siento.
Arizona, se mordió los labios,
sonriendo. -Yo no
-¿Quieres que te frote la espalda?
Callie tomó una esponja de baño y jabón para el cuerpo.
-Está bien. Arizona se volvió, presentándole
a Callie su espalda sin dudarlo. Esto era algo que se había convertido en algo
natural para ellas otra vez, Arizona ya no se preocupaba por tener a Callie
detrás de ella. Ella seguía siendo sensible con los demás alrededor, pero no
cuando estaban solas. Gracias a Dios.
Callie colocó un chorro de jabón en
la esponja luego le entregó la botella a Arizona, que se sirvió un poco en la
palma de su mano. Arizona, se frotó las manos, luego suavemente las pasó sobre sus
pechos, el vientre, y entre sus piernas. Callie vio el trabajo de Arizona con
sus brazos como ella misma se lavaba y no se concentró únicamente en el
movimiento de su propia mano sobre la columna vertebral de Arizona. Ella no
llegó a frotar la esponja por la parte baja de su espalda, no quería correr el
riesgo de tocar más íntimamente.
Después de un par de minutos en que
el agua corrió para enjuagarse, Callie cerró el agua, tristemente consciente de
que estaba siendo muy activa. Ella no había querido tocarse, ni siquiera para
lavarse, para tratar de mantenerse bajo control y no caer al borde frente a Arizona.
Cuando Arizona salió de la ducha y colocó sus pies en la alfombra de baño,
Callie dejó que su mirada permaneciera en el cuerpo bien formado de Arizona, mordiéndose
el interior de su labio en contra de la punzada de pura necesidad que la vista
le provocó ante lo que observó.
-Vienes? Arizona, miró por encima
del hombro, dándose cuenta de la expresión de Callie, y sonrió.
Sofocada, Callie siguió a Arizona fuera
de la ducha. -Tengo programada la primera cirugía de esta mañana. Es una Laminectomía.
En un caso interesante. Ella estaba balbuceando. Sabía que estaba balbuceando.
Pero era eso o dejar que su libido se hiciera cargo. -¿Has visto alguna vez una
laminectomía? ... Es interesante.
-Tal vez me acerque a ver una parte
de tú cirugía, dijo Arizona. La media sonrisa en su rostro le indicó a Callie
que estaba haciendo un mal trabajo tratando de ocultar sus nervios. Y tengo que
reparar un pie zambo a las nueve. Después de una breve vacilación, Arizona, se
colocó muy cerca de Callie, con lo que sus cuerpos desnudos quedaron juntos de
nuevo. -Gracias por una mañana increíble, Calliope.
No sabiendo qué hacer con sus manos,
Callie le dio unas palmaditas de vuelta a Arizona con torpeza, -Fue un placer
Arizona, se rió. A ras contra el
cuerpo de Callie, ella no perdió el tiempo, agarró los brazos de Callie y deslizó
sus manos hacia abajo para enredar sus dedos. Arizona, se trasladó hacia abajo,
guiando las manos de Callie para posarlas sobre sus propias caderas. Cuando
Arizona soltó sus manos, Callie se apoderó de las suaves curvas por debajo de
las palmas en el instinto, manteniéndose cerca de Arizona.
-Me gustaría probar algunos pasos de
bebé más pronto, murmuró Arizona, mientras se ponía de puntillas, para besar el
labio inferior de Callie. -Quizá la próxima vez que logremos forjar una tarde
tranquila en la casa, cuando tengamos un poco más de tiempo.
Callie tragó con su garganta seca.
–Eh... -sí. Lo que tú quieras. Sus dedos se deslizaron más abajo, enroscándose
en el oleaje de las nalgas de Arizona. -Si tú... quiero decir, si tú estás
lista para dar otro paso bebé.
-Oh, lo estoy. Los ojos de Arizona se habían oscurecido, un
signo seguro de que estaba encendida. Callie no pudo detectar ni un atisbo de miedo
en su mirada. -Muy lista
Pero Callie no podía imaginar que
eso fuera realmente cierto. Cuatro semanas eran casi nada de tiempo,
especialmente cuando las dos primeras habían estado tan llenas de traumas y de
tristeza. -Simplemente no te exijas demasiado, ¿de acuerdo?, yo esperaría por
siempre.
-Pero estoy cansada de esperar.
Sonriendo, Arizona, dejó caer su mano entre los muslos de Callie, mientras la
vio gemir de la sorpresa, cuando los dedos se deslizaron sobre sus labios húmedos
e hinchados. –Al igual que tú. Arizona le dio una sonrisa juguetona mientras llevó
su mano a la boca, lamiendo los jugos de Callie entre sus dedos. -¿Por qué no
voy a hacer el café?, yo me adelanto y tú terminas aquí?
Paralizada, Callie se quedó en
silencio, cuando Arizona cogió una toalla del estante y la dejó con una sonrisa
seductora. Tan pronto como la puerta del baño se cerró, dejando a Callie sola,
ella agarró el borde de la pileta, plantó los pies a distancia, y le dio tres
golpes duros al clítoris con los dedos de su mano derecha.
Eso fue todo lo que hizo.
#
Al final resultó que su próxima
noche tranquila en la casa se produjo sólo tres días después. A las 5:00 p.m.,
ya Arizona había realizado las dos cirugías que tenía programadas en la tarde,
y Callie terminó su tercera cirugía sólo una hora después de eso. Se
encontraron en el vestuario y rápidamente se vistieron con su ropa de calle, a
continuación, tomadas de la mano, salieron del hospital antes de que nadie les
impidiera salir. Desde su ducha aquella mañana en el apartamento, Arizona, no había
hecho otra cosa que pensar en la próxima vez que tendría la oportunidad de pasar
horas ininterrumpidas con Callie. Esta noche se sentía como la noche. Ambas
habían estado corriendo horarios desiguales en el hospital toda la semana, y
Arizona no podía pensar en una mejor manera de relajarse que ir a la cama y compartir después una pizza, cuando sus
aventuras en ella le abrieran el apetito.
Arizona no tenía ni idea de cómo
reaccionaría Callie cuando ella le sugiriera que fueran directamente a la cama.
Estaba segura de que Callie estaba caliente, lo cual había sido totalmente
evidente en la ducha aquella mañana, si no casi todos los momentos desde
entonces. Aunque Callie había estado haciendo un trabajo admirable en la
supresión de sus necesidades, Arizona, conocía a su pareja muy bien. Dudaba que
Cella hubiera estado tanto tiempo sin obtener su climax por sus propios medios
después de aquella ducha.
Arizona, estaba decidida a que ambas
encontraran satisfacción esta noche, que iba a superar otro desafío y en el
proceso eso sería la guinda de la torta.
Cuando llegaron al apartamento de
Arizona, Callie se quitó la chaqueta y la colgó en el gancho junto a la puerta.
-¿Quieres pedir una pizza o algo así?
-Las grandes mentes. Arizona, sonrió
y se quitó su propio abrigo. -¿Tienes hambre ahora?
-Yo podría comer. Callie se desplomó
en el sofá con un suspiro de cansancio, mirando por encima del hombro a
Arizona. -¿Por qué? No tienes hambre?
-Oh, tengo hambre. Dejando que de
cada pedacito de ella se filtrara el interés en su tono, Arizona, caminó
alrededor del sofá y se sentó cerca de Callie. Ella puso su mano sobre su
muñeca, arrastrando sus dedos sobre la piel sensible en la parte inferior del
brazo de Callie. -Sólo que pensé que la pizza podría ser el postre.
Los ojos de Callie se abrieron y se
quedó inmóvil. Arizona no se sorprendió al ver flash de pánico momentáneo en
sus ojos, pero esperaba poder frenar su desacuerdo, si éste aparecía. En los últimos días Arizona
se había convertido realmente en un encanto, coqueteando descaradamente cada
vez que tenía la oportunidad. Se dio cuenta que Callie lo disfrutaba en algún
nivel, aunque en otro parecía una forma particularmente dolorosa de tortura.
Callie estaba tratando muy duramente de
reprimir su deseo, hasta el punto que casi parecía distante a veces. No importaba
lo que ella dijera o cómo lo dijera, Arizona no había sido capaz de convencer a
Callie que ella estaba lista para este próximo paso.
Pero Arizona se prometió que esta
noche sería diferente. Le dolía la necesidad de volver a conectar, para que
Callie pudiera borrar los recuerdos en su cuerpo de esa noche, con aquel hombre.
Y lo más importante, Arizona, anhelaba dar placer a Callie, para demostrarle
que si otra cosas habían cambiado, la necesidad
física de Arizona hacía Callie seguía siendo la misma.
-¿Está segura?. La voz de Callie con
voz trémula por la preocupación pasó por su rostro. A pesar del temor obvio de
Callie, Arizona, también podía ver su ardiente deseo. Ya no dudaba de que
Callie lo quería también. Estaba claro que era sólo el miedo de ir demasiado
rápido, lo que la frenaba.
A Arizona no se ocurría otra forma
de convencer a Callie que estaba preparada para esto, excepto empujar hacia
adelante con confianza. Ella se acercó más y llevó la mano a la mejilla de Callie
y la acarició. Apoyándose en esa caricia, Arizona, inició un suave beso que
rápidamente se convirtió en algo más apasionado.
Rompiendo con un gemido, Arizona,
murmuró, -¿Por qué no nos quitamos la ropa y nos metemos en la cama? Vamos a
ver dónde van las cosas. No hay presión.
Las ventanas de la nariz de Callie
se encendieron. -No hay presión. Ok.
Cuando Arizona se levantó y le
tendió la mano, Callie la aceptó sólo después de una breve vacilación. Con los
nervios revoloteando, Arizona, las llevó a su dormitorio, odiando sentirse algo
más que cómoda. Antes, el sexo era fácil y divertido y era su forma favorita de
expresar su profunda emoción mutua, por no hablar de dejar salir el vapor.
Ahora hacer el amor estaba lleno de significado psicológico profundo, y la
amenaza de un trauma parecía acechar justo debajo de la superficie de cada
interacción que tenían. Sin importar el grado de confianza que Arizona tenía de
que ella estaba preparada para esto, las dudas de Callie la hacían dudar a ella
también.
Estaba empujando demasiado duro?
Arizona cerró la puerta del dormitorio detrás de ellas, tomando una respiración
profunda. Durante la semana pasada habían
estado tomando desafío tras desafío, con relativo éxito. ¿Por qué debería ser
diferente? Quería a Callie. Y ella iba a tenerla.
Callie se detuvo cerca de la cama,
dándose la vuelta para buscar la cara de Arizona. -Te amo.
-Lo sé. Arizona cerró la distancia
entre ellas, aprovechando la fuerza de las palabras de Callie. -Te amo,
también.
-Vamos a hacer esto lentamente,
¿Ok?. Masticándose el labio, Callie sacó su camisa sobre su cabeza y la arrojó
al suelo. -No tenemos que ir todo el camino.
Arizona, se rió entre dientes. Con su mano rastreó el camino desde la
parte inferior del seno izquierdo de Callie desde donde se elevó por encima de
la copa del sujetador, luego hizo lo mismo con el derecho. -¿Qué pasa si yo
quiero ir todo el camino?
-Entonces lo haremos. Las manos de
Callie le temblaban mientras acunaba la cara de Arizona. La miró a los ojos tranquila
y sobriamente. -Háblame, ¿de acuerdo? Yo voy a hablar contigo. Dime lo que te
gusta y lo que no te gusta. Tú no vas a herir mis sentimientos. Yo sólo...
necesito tu ayuda para hacer que esto sea seguro para ti.
Arizona, se inclinó y besó a Callie
una vez más, mientras colocó sus manos alrededor de ella para tratar a tientas
de desabrochar la parte posterior de su sujetador negro de encaje. Le encantaba
como las formas hermosas de Callie encajaban en su ropa interior, curvas
amplias en todos los lugares correctos, pero estaba desesperada por el contacto
piel a piel. Desde su ducha, era sólo en eso en lo que Arizona podía pensar, el
calor suave y sedoso de Callie, la piel de caramelo en la de ella otra vez.
Callie gimió en la boca de Arizona mientras
ella bajaba las tiras del sostén de sus hombros para luego descartarlo en el
suelo. Sin romper el beso ni por un instante, Arizona, dejó caer sus manos en
el botón de los pantalones vaqueros de Callie, logrando abrirlo, luego tiró del
dril de algodón hacia abajo sobre sus caderas. Después pasó las manos con
avidez sobre las bragas de encaje de Callie antes de tirar de ellos también.
Jadeando, Callie se apartó de su
beso para aliviar las bragas y los pantalones vaqueros por toda la longitud de
sus largas piernas. Salió de ellos para estar delante de Arizona, gloriosamente
desnuda. Arizona amaba ver a Callie desnuda, con todas sus curvas flexibles,
era toda una mujer, tan exuberante que a Arizona se le hacía agua la boca.
Consciente de que estaba mirando, Arizona finalmente arrastró su mirada hasta
el rostro de Callie y sonrió tímidamente.
-Te ves deliciosa. Arizona, puso una
mano sobre el hombro de Callie, presionando hacia atrás hasta que se derrumbó
sobre la cama. -Siéntate.
Callie soltó un bufido con una risa
nerviosa. -Sí, Dra. Robbins.
Arqueando una ceja, Arizona,
murmuró: -¡Oh, eso me gusta!.
-Apuesto a que sí. Callie se apoyó en los codos y sonrió
ligeramente. -Para ti, haré lo que sea. Sí deseas tener el control, yo lo estoy
entregando.
-Gracias, Calliope. Arizona, se quitó la camisa y los pantalones
vaqueros propios rápidamente, ni siquiera sintió una punzada en la conciencia
de sí misma en esta ocasión. Había sido más difícil, la otra mañana en el
cuarto de baño, ahora su única preocupación era dar placer a Callie y tomar
algo para sí misma. -¿Por qué no te acuestas?
Callie se reclinó en el centro de la
cama, viendo cuando Arizona se quitó las bragas. -Eres tan hermosa.
Arizona, se sonrojó ante la
flagrante adoración en la mirada de Callie. –Al igual que tú.
Callie abrió los brazos, con
claridad vacilante. -Ven aquí, nena. Déjame sentirte
Agradecida por la invitación,
Arizona subió a la cama y se instaló en la parte superior del cuerpo caliente de
Callie, ambas suspirando en el contacto. La pierna de Arizona se deslizó entre
los muslos de Callie mientras las manos de ella aterrizaron sobre sus hombros,
acariciando a la ligera. Ellas habían compartido este tipo de abrazo íntimo
docenas de veces en otros tiempos, sin embargo, esta vez Arizona se sentía como
si estuviera volviendo a casa, descubriendo algo impresionantemente nuevo.
-Hola, susurró Arizona, mirando
hacia abajo a los ojos marrones de Callie. Observó la batalla de Callie con la
excitación que se evidenciaba en su rostro, fascinada al ver el auto-control
que ella podía ejercer. A pesar de que podía ver la necesidad tan intensa que
sentía y como temblaba debajo de ella, Callie mantuvo su toque ligero y no
amenazante. Casi no sexual. Pero Arizona lo sabía. -Te extrañé.
El labio inferior de Callie se
estremeció. -Oh, baby, te he echado de menos, también.
Arizona, bajó la cabeza y pasó la
lengua por los labios temblorosos de Callie, y luego la metió en su boca con un
lánguido gemido. Callie le devolvió el beso suavemente, su cuerpo entero vibraba
y Arizona sabía que estaba haciendo un esfuerzo tremendo para no escalar hasta
Arizona y llevarlas al siguiente nivel. Sabiendo lo difícil que debía ser por
la sangre caliente de su amante, Arizona, agarró los brazos de Callie y los
llevó por encima de su cabeza, sosteniendo el dorso de sus manos con las palmas
de las manos planas sobre el colchón. Ella enlazó sus dedos con los de Callie y
la mantuvo en su lugar mientras sus besos se hicieron más y más apasionados.
Arizona rompió el beso a distancia
cuando estaba desesperada por aire. -¿Puedo lamerte?
Callie echó la cabeza hacia atrás y
gimió como si la pregunta fuera suficiente para llevarla fuera. -Sí.
-¿Estás segura? Arizona utilizó la
punta de la lengua para jugar con la abolladura profunda encima del labio
superior de Callie. -Yo no tengo que hacerlo.
-Positivo.
Entre risas, Arizona soltó las manos
de Callie, entonces comenzó un viaje sensual a lo largo de su cuerpo. Plantó
húmedos besos con la boca abierta a lo largo de su garganta, después un seno,
luego el otro, se detuvo un momento para picar duro sobre los pezones de Callie,
y rápidamente siguió su destino entre los muslos de Callie. Cualquier
pensamiento que tenía de burlarse de Callie, huyó con su conciencia cuando
percibió que la vagina de Callie estaba terriblemente húmeda y ardiente al
tacto. Desesperada por cumplir con ella, Arizona levantó una pierna por encima
del hombro y cubrió su vagina con toda la boca. Ella aspiró con cuidado y usó
su lengua para trazar excitantes caricias sobre sus pliegues hinchados, a continuación,
presionó la punta dentro de la abertura estrecha de Callie con un murmullo de
satisfacción.
Callie gritó en palabras españolas, gimiendo
con la garganta, sonidos que Arizona no había oído en las últimas semanas. El
sonido del placer de Callie envió una oleada de humedad entre sus propios
muslos, dejándola lisa y palpitante por la necesidad. Hasta el momento nada de
esto le hizo sentir miedo. De hecho, hasta ese momento Arizona había olvidado que
había alguna razón para ser cautelosas.
Rodeando el clítoris de Callie con
su lengua, Arizona era consciente de que las manos de Callie eran puños en las
sábanas al lado de sus caderas, aferrándose a ellas con todas sus fuerzas. Por
lo general, Callie se liaría con los dedos en el pelo de Arizona para esto,
para mantenerla en la tarea, pero Arizona sabía que ella estaba tratando de
evitar los posibles desencadenantes. Ella sonrió y lamió suavemente los labios de Callie, tan llena de amor hacia
ella porque sabía que sus acciones eran más elocuentes que cualquier palabra.
-Más, se atragantó Callie. -Más, por
favor.
Arizona, echó su cabeza hacia atrás,
tenía la cara mojada con los jugos de Callie. -Sí, mi amor. Luego frenó el movimiento
de su lengua, hasta que la dulce tortura provocó que los muslos de Callie
temblaran al lado de su cabeza.
-Oh, mierda, se quejó Callie arbitrariamente.
Pero, así cuando Arizona estaba dispuesta a proseguir para conseguir su liberación,
Callie le agarró del hombro y apretó. -Ven aquí, Arizona. Ven aquí y dame un
beso.
Arizona subió por la longitud del
cuerpo de Callie, y capturó su boca en un beso profundo. Le encantaba cómo
Callie disfrutaba probándose a sí misma en los labios de Arizona, la forma en
que se chupaba los jugos propios de la lengua de Arizona y de su barbilla,
ávida de más. Mientras Callie la besaba apasionadamente, Arizona se sacudió
contra su vientre y gimió de placer.
Las manos de Callie aterrizaron en
las caderas, agarrándolas con fuerza y animándola para el rock más duro.
Rompiendo con su beso, Callie le susurró: -¿Puedo tocar?
Vagamente Arizona fue consciente de que este era el
momento de la verdad, ésta sería la primera vez que alguien tocaría su vagina
fuera de sus propias exploraciones tentativas. Pero ella estaba tan excitada,
tan increíblemente excitada, que el temor ní siquiera se le ocurrió. -Por favor.
La mano de Callie dejó su cadera y se
coló entre sus cuerpos. Sus suaves dedos se deslizaron por los labios de
Arizona y ella se sorprendió ligeramente ante la caricia íntima, consternada
cuando tuvo un breve destello de la última vez que alguien la tocó allí. Esta
es Calliope, recordó, con los ojos abiertos y fijos en el rostro de Callie. Los
dedos de Callie frotaron el clítoris tentativamente, enviando una onda de
placer a través del abdomen de Arizona. Ella comenzó a relajarse, entonces Callie
volvió la cabeza hacia un lado y gimió, apretando con la otra mano el culo de
Arizona.
-Joder, estás mojada, dijo Callie.
La garganta de Arizona se tensó, sintiendo como una ola de vergüenza y repulsión
rodó sobre ella.
“Estás mojada”. Arizona se puso
tensa a la espera de la agonía de la penetración, ya no estaba en la parte
superior de Callie, estaba acostada boca abajo en la hierba, a merced de un
hombre cuyo único deseo era humillarla para su propio placer enfermizo. Podía
sentir como la mano de Callie la acariciaba tiernamente, pero ella se sentía
desconectada de su cuerpo, de Callie, de la seguridad de este momento de
intimidad con la mujer que amaba. En cambio, se sentía sucia y repugnante. “Estás
mojada”. “Puta de Porquería”. Avergonzada y apenada, Arizona, agarró la muñeca
de Callie.
-Detente. La voz de Arizona salió entrecortada
y presa del pánico. -Detente.
Callie se apartó en un instante.
Arizona volvió a la actualidad con rapidez, consciente de que Callie se había
endurecido por debajo de ella, inmóvil y atenta, y tendió sus manos a los costados.
No amenazante. Para hacerle entender que no le haría ningún daño. Callie estaba
asustada, más allá de las palabras.
-Maldita sea, susurró con voz
entrecortada Arizona, rodando fuera del cuerpo de Callie. Se acurrucó a su lado
y le dio la espalda para no tener que mirarla a los ojos. Después de toda la
preocupación de Callie, que se movían demasiado rápido, Arizona se había ido
por delante y quedó demostrado que Callie tenía razón. El conocimiento de que
este momento era difícil, se hacía más terrible porque la culpa no hacía más
que agravar la vergüenza de Arizona, dejándola incapaz de mirar a Callie. Arizona era la que
las había empujado a este lugar, y al hacerlo, le hizo daño a Callie por la
forma en que había reaccionado.
-¿Qué pasó?, preguntó Callie con la
voz quebrada. -¿Qué he hecho?
Arizona, negó con la cabeza. Las
lágrimas le picaban los ojos, pero ella trataba de detenerlas. -No es tu culpa.
-Todo pareció genial, y luego...
Exhalando con voz temblorosa, Callie se puso cerca, pero no hizo contacto. -Yo
no te había tocado allí. Lo siento.
-No fue eso. Apretando los ojos
cerrados, Arizona maldijo las lágrimas que soltó y que ahora rodaban por sus
mejillas. -Lo siento, Calliope. Yo no sabía que yo iba a reaccionar de esa
manera.
Callie le tocó el hombro y Arizona
se apartó por instinto. Inmediatamente Callie se echó hacia atrás, como si se
hubiera quemado. -Dime lo que pasó. Por favor.
Arizona no podía verla a la cara.
Esta era la única parte de su violación que había mantenido para sí misma, la
única cosa que nunca había admitido en voz alta. Era el secreto que había
tenido la intención de enterrar en lo más profundo, demasiado humillada para
compartirlo con nadie. Pero, ¿cómo podría explicar por qué las palabras de
Callie habían provocado una profunda vergüenza? Consciente de que tenía que
decirle, la única manera de forzar la salida de las palabras era, manteniendo
los ojos bien cerrados.
-Esa noche antes de irme del trabajo,
nos besamos en el ascensor. Arizona, se acurrucó sobre sí misma, avergonzada,
no sólo por lo que pasó, sino también porque tenía demasiado miedo de decirle a
Callie lo que pasó y admitir que se lo había ocultado. –Ese beso me excito y
yo... Yo estaba mojada.
Detrás de ella, Callie inhaló con
rapidez, pero se quedó en silencio.
-Cuando... cuando me tocó con los
dedos, antes de que.... Arizona hizo un esfuerzo para no dejar crecer la bilis
en la garganta por el recuerdo aún vivo en el que había quedado atrapada,
momentos antes. -Él se burló de mí por estar mojada. Me llamó... un nombre,
insinuando que yo estaba mojada por él
-Pero tú sabes que no. El tono de Callie estaba hueco.
-Lo sé, pero... Arizona se
estremeció, deseando no estar desnuda en ese momento. -Eso no me hace sentir
menos repugnante.
-Tú no eres repugnante. La voz de
Callie se endureció. –Él es repugnante
Tomando una respiración profunda,
Arizona, se sentó y tiró las rodillas a su pecho. Ella se secó las lágrimas y
miró a Callie, buscando su rostro. Arizona no sabía cómo interpretar toda la
agitación que vio allí, la ira, la tristeza, el miedo y la culpa inconfundible
peleando por el dominio en los ojos oscuros de Callie.
-Yo sé, le susurró Arizona.
-Yo te dije que estabas mojada. Te
toqué y te dije que estabas mojada, igual que él. La cara de Callie se
derrumbó. Convirtiendo sus manos en
puños, apretó los nudillos en la frente. -Si yo lo hubiera sabido, no habría
hecho eso.
-Lo siento. Un nuevo diluvio de
lágrimas rodaron por las mejillas de Arizona cuando percibió el aumento de la
emoción en la voz de Callie. -No me di cuenta…
-Sí, lo hiciste. Callie bajó las manos
y batió su cabeza, luego fijo sus ojos en Arizona, con una mirada acusadora. -¿Por
qué no me lo dijiste?, se supone que tienes que hablar conmigo. Si no puedes
ser honesta acerca de tus factores desencadenantes, cómo diablos puedo
evitarlos?
Arizona, se estremeció ante la
nitidez del tono de Callie. La vieja Arizona tomaría excepción en que se le
hablara con tanta dureza, pero la nueva Arizona, se lo merecía. Callie no había
querido apresurarse a tener sexo, pero Arizona había insistido, sin darle toda
la información que necesitaba para hacer que Arizona se sintiera segura. En
realidad no importaba que Arizona no hubiera previsto lo que podría suceder.
Durante semanas Callie había hecho todo lo posible para ser la compañera
perfecta, para protegerla y Arizona prácticamente la condujo al fracaso.
-Lo siento, susurró Arizona de nuevo.
-Me daba vergüenza decírtelo. Si yo hubiera sabido que iba a provocar esto, lo
habría hecho.
Callie se arrastró de la cama y se
dirigió a la cómoda. Sus movimientos eran rígidos y controlados, una clara indicación
de que estaba profundamente enojada. Hurgando en uno de los cajones, retiró su
camiseta favorita y prácticamente se la arrojó a Arizona.
-No sé qué más puedo hacer. Callie
sacudió las manos cuando encontró otra camiseta y tiró de ella sobre su cabeza.
-He hecho todo lo que he podido hacer y todavía terminó haciendo daño. Cerró el
cajón duro, golpeando la cómoda con la cadera antes de que cayera en su lugar
con un golpe silencioso. -Tú deberías haber confiado en mí, Arizona. Ni
siquiera deberíamos estar pensando en tener relaciones sexuales si tú no puedes
decirme lo que necesitas de mí.
Arizona pasó la camiseta de Callie
sobre su cabeza, e instintivamente tomó una bocanada profunda de la tela gris
muy gastada. El olor único de Callie estaba aferrado de forma permanente en la
tela de algodón, y eso la calmó un poco, a pesar de los estragos que había
causado. -Te dije que lo sentía. Consciente de que las palabras sonaban
patéticas y vacías, Arizona dio un gesto de desesperanza, deseando
desesperadamente explicar. -No es una cuestión de confianza. Yo no iba a decirle
a nadie... eso.
Callie se cruzó de brazos sobre sus
pechos, todavía de pie junto a la cómoda. -Ni siquiera a Teddy?
-¿Qué?. El veneno en el tono de Callie
cogió con la guardia baja a Arizona. -No.
Apretando la mandíbula, Callie
desvió la mirada para mirar a un punto en la pared. Arizona podría ver que ella
estaba tratando de contener lo que fuera que quería decir.
-No le dije a Teddy, dijo Arizona.
-O a la detective Mendoza, ó…. Las lágrimas calientes continuaban rodando por
la cara de Arizona, y por Dios, que estaba cansada de llorar. -No se lo dije a
nadie, porque no pensé que era un asunto de nadie. Como resultado, debería
haberlo hecho. Y ahora lo lamento, Calliope, pero no puedo cambiarlo.
Las lágrimas llenaron los ojos de
Callie, mientras su rostro se retorcía de la ira. -Te lo advertí acerca de
empujar demasiado duro. Ella cubrió a Arizona con una mirada fría que carecía
de alguno de los afectos que Arizona había llegado a dar por sentado. -¿Ni
siquiera se te ocurrió pensar en mí sólo un poco antes de decidir lanzar una
cana al aire? ¿Cómo me sentiría si esto no funcionaba?
-Pensé que iba a estar bien, le
susurró Arizona. -Yo sólo te deseaba Calliope. Eso es todo.
-Me siento como un violador de
mierda. A Callie la barbilla le temblaba y su voz vacilaba. -Eso es lo que me
hiciste sentir.
El estómago de Arizona dio la vuelta
y por un momento estuvo segura de que iba a vomitar, pero lo tenía demasiado vacío para eso. Un frío vacío
floreció en el fondo de su pecho y se extendió hacia el exterior, por sus
brazos hasta los dedos, a través de su abdomen y en las puntas de los dedos de
los pies. Lo último que quería hacer era herir a Callie. No cuando ella no
había hecho otra cosa que tratar por todos los medios de hacer todo bien.
Una poderosa ola de odio hacia sí
misma dejó sin aliento a Arizona. Ella levantó la colcha y se arrastró por
debajo para ocultarse, y luego llevó el borde de la manta para ocultar su
rostro. Nunca se había sentido tan emocionalmente desollada, tan llena de odio
hacia sí misma. Ni siquiera podía mirar a Callie. Ella no la merecía.
Llorando incontrolablemente,
Arizona, estudió un hilo suelto en la parte inferior de la colcha. -Me gustaría
haber hecho las cosas diferentes. Y yo... Sus hombros se estremecieron con la
idea de lo mucho que había herido a la persona que más amaba en el mundo.
-Espero que puedas perdonarme.
-Oh, Arizona, murmuró Callie. En un
instante ella estaba sentada en el colchón al lado de Arizona, retirando la
manta de su cara. Sus ojos se vaciaron por completo de la ira. Sólo quedó el
horror. -No, no, no, no. Lo siento mucho, tú... Callie tomó aire y se acercó
tímidamente, y cuando Arizona no reaccionó, ella puso una mano suavemente en la
parte posterior de Arizona. –Tú no te merecías esto.
-Sí, me lo merecía. Arizona, se secó
las lágrimas con las dos manos, decidida a aguantar y asumir la responsabilidad
como un adulto. El llanto sólo hizo sentir aún más culpable a Callie, que no
era en absoluto lo que Arizona quería hacer. -Tienes razón. Debería habértelo
dicho. Y, obviamente, me exigí demasiado. Pensé que estaba lista, pero tienes
razón, debí haber pensado en ti, cómo te sentirías sí... Arizona frunció el ceño
cuando las lágrimas seguían llegando, eliminándolas con enojo. …-Si esto
sucediera.
-Es obvio que no sabías que iba a
suceder. Callie parpadeó, dejando caer su mano para sostener a Arizona. -Yo lo
sé, y yo lo entiendo, tú tienes derecho a querer... Hizo una pausa, claramente
tratando de elegir cuidadosamente sus palabras. …-querer mantener ciertas cosas
privadas, porque yo no tengo derecho a todos los detalles.
-Tú lo tienes cuando eso te afecta.
Agotada ahora que parecía que ella y Callie, estaban reparando lo que se había
dañado entre ellas, Arizona, se desplomó contra el costado de Callie. -Fue una
estupidez mantener eso en secreto. Sólo que no quería decir nada. Lo que él
dijo, y que mi cuerpo era como....
Callie sacudió la cabeza,
acercándola más. -No es estúpido. Sólo desearía no haber traído ese recuerdo
para ti. Ella sollozó y Arizona vio como las lágrimas se aprisionaban en los
ojos de Callie. -No quiero que me asocies con algo como eso. Yo no quiero
hacerte pensar que yo soy él.
-No, susurró Arizona, pero sus
palabras quedaron en nada. Ambas sabían lo que había sucedido. Arizona, se
preguntó cómo sería capaz alguna vez de convencer a Callie para tratar de hacer
el amor otra vez. -Tú no eres él.
Callie volteó la cara mientras sus
lágrimas comenzaron a fluir realmente en serio. -Nada de esto es tú culpa. Ni
la violación, ni lo que ha sucedido esta noche. Sin importar lo que dije. ¿De
acuerdo?
Un nudo se atravesó en la garganta
de Arizona, por lo que le resultó muy difícil tragar. -Está bien.
-Siento haberte gritado, murmuró
Callie, mientras reunió sus brazos alrededor de Arizona, para mecerla
suavemente. -¿Debo pedir una pizza ahora?
Arizona, soltó un bufido, una risa
sin sentido del humor. -Yo no tengo mucha hambre.
-Tú necesitas comer. La mano de Callie
con mucha cautela tocó su costado. -Te estás poniendo demasiado flaca.
-Podemos comprar pizza, dijo Arizona.
Después de la molestia que había causado, ella no estaba dispuesta a discutir.
Vaciló, luego se apartó para mirar a los ojos de Callie. –Tú no llegaste a...
acabar. ¿Quieres que te... Arizona miró el espacio entre los muslos de Callie,
muy consciente de que el olor de su excitación aún colgaba en gran medida en el
aire. Tocar a Callie había sido la única revelación luminosa y brillante de la
noche, y Arizona, pensó que si podía darle placer a Callie podía comenzar a recorrer
un largo camino hacia la curación del dolor que aún permanecía entre ellas. -Me
gustó mucho esa parte.
Callie sacudió la cabeza, inclinando
su muslo para bloquear el acceso a su vagina. -No, eso no, estoy... estoy bien.
-¿Estás segura?
Tomando las dos manos de Arizona
entre las de ella, Callie agachó la cabeza y la miró fijamente a los ojos: -Voy
a esperar por ti, todo lo que sea necesario. ¿Entiendes?
Arizona hizo un gran esfuerzo para no
empezar a llorar otra vez. No porque no creyera en Callie, ese no era el
problema. Era sólo que después de lo que había sucedido, ella no estaba segura
de que Callie alguna vez pudiera volver a confiar en ella para que supiera que
estaba lista otra vez. Esta noche había sido su oportunidad de demostrar que
podía seguir adelante y lo había quemado. A lo grande. Y ahora Arizona sintió
que estaban tomando tres pasos hacia atrás.
Era una mierda. Algo muy duro.
Decidida a no dejar que Callie viera
su decepción, Arizona, plasmó la más valiente sonrisa que pudo y dijo:
-Entiendo.
Esta historia continuará…
Capítulo publicado originalmente en: http://fictitiouschick.livejournal.com/2636.html
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